Sólo quieres correr a sus brazos, el motivo es lo de menos: un día difícil en el trabajo, un disgusto en la casa, una decepción. Lo cierto es que su calor es reconfortante y sus mano, ¡la gloria pura!, por supuesto si van acompañadas de un beso tierno al inicio y arrebatador al final. Es tan fácil pasar de estar estrechados a la intimidad en la alcoba que no puede ser casualidad.